TODOS PROMISCUOS.

 Mucho antes de ser tú un mito, mi palabra ya era un ritual que, contra todo pronóstico, buscaba la transparencia, un pilar recio donde tu primavera morase, sin más temporalidad que merodear por puntos cardinales y el orden jerárquico de la referencia. De ahí que tus ojos me pierdan cada día y me ganen cada noche. Así fue cómo tu exactitud se abrazó a tu descaro, estableció su norma y emergieron las relaciones, mucho más allá de donde tu luz alcanza y tu templo adquiere el refugio. Memorable magisterio, tu cuerpo fue más que el placer que promueve la vida, y ésta sobrepasó la natural belleza de tus formas, deseadas por muchos y conseguidas por tantos. Fue suficiente cambiar el orden de tus pasiones y manipular la erupción para incorporar lo claro y lo confuso huyendo de lo incomprensible. Ambos fuimos objeto de deseo de cuantos, desde cualquier posición, promiscuos, nos conducían al centro

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