BUSCANDO A BAUDELAIRE
Aquella noche fuimos despiertos, deslumbrados. En un ritual de lujuria, arrullados, cuarteados tus suspiros, resueltos los silencios del río, victoriosa reposaste tus cabellos sobre mis muslos y tu boca buscó mis atributos erguidos, que penetraron hasta donde nace la sensualidad de tu voz. El viejo recuerdo de la piel. Toda tu piel brillaba de deseo, haciéndome olvidar que estaba en custodia, encadenado y disperso en tus múltiples labios. Ningún camino me cerrabas mientras gemías, amazona esclava de mi tótem extenuado. Allí en Montparnasse te encontraba, te perdías, me entregaba, nos disolvíamos, te me dabas. Truncada insistencia en busca del eslabón. Pero nada era lo que vimos. Nunca lo fue. Perdura el peligro de que las nuevas brisas del otoño nos borren, sin llegar a saber cual es el origen de los espejos, su luz, y los memorables enigmas de tu palabra. Nos fugamos del presente. Hoy aún sigues lejos. Sólo quedan, plegarias, deseos y alaridos.