DE MAÑANA A CAPELA.

 

La verdad es que huimos con miedo de tanto como nos amamos.

Sabéis que nunca nos importó vuestra minúscula intención

de poseernos con la oratoria de vuestros muslos, y sus besos.

Menos aún, el inusual entorno del cuerpo, guerrero por el hostil

ámbito amoroso, de donde todavía hoy con la frágil vejez

nacen susurros, y resultó tanto cuanto medir y besar podemos

enamorados de lo que intentamos. En rigor, fue lo justo,

incluso lo necesario. Muchos nos dijeron que al anochecer

querríamos contemplar la luna con nuestra virilidad alerta,

pero ahora salimos por la calle del Mar hacia la playa nueva,

sí, la que lícita y sumisa hoy forma parte del paisaje,

alborotadas las dispares esbeltas tropas del hermoso Paris.

Fue por los vientos indolentes a favor, que supieron ser

una simulación para robar la historia, incapaz de seducirla.  

Y solo el poeta vio a las sordas y púdicas defensas de Helena

rondando el dolor de tanta vida como disolvió Menelao.

Solo pudimos disimular esperando que soplase aire fresco.

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