Gloria in excelsis Deo.

 

Oh, amigos, cuantas guerras por permanecer pegados

al pasado, manteniendo los valles verdes,

buceando las aguas del Jordán, buscando

el origen de nuestra vida en el mar.

Lejos del inhóspito jardín, denunciado en el nuevo mundo

por la melancolía. Sí, como si los escondidos

y trascendentes, quizá eternos un día, tomaran la senda

de la única flor y de la mano del placer sacrificado

evocaran el silencio del amanecer, la proyección

de la madre planeando la duda del único soldado nacido.

Mientras, asustados nos pliegan cada noche

como a Ícaro y nos deshace el sol cuando,

con esa renuncia por miedo a los delirios que insisten

en penetrar a una virgen por si así no fuera,

aquellos que nos llevaron un día hasta quedar tranquilos

con el viejo rumor de voces y cuerpos que aun reclaman.

Bien sabes que todos los que nos queríamos,

en aquella santa viña teníamos la vida y el lecho

a imagen y semejanza revestidos de lo que dijeron

teníamos que desear. Quisimos, cuando buscábamos lo menos,

ver las perversiones y moralejas que nos dejaron

exhaustos, sin espacio para levantar el vuelo al amanecer.

Y así fue que nos quedamos, nadie lo diría,

caídos en la puerta del sembrado y la esperanza

como bandera, en brazos de la historia,

efímera y falaz siempre, como cualquier biografía.

Hoy me encuentro triste por tener que abandonar

tantas cosas que parecían nuestras y nunca lo fueron.

Ya no nos pertenecerán, por miedo dejamos de soñarlas

cuando supimos que hay tantos destinos como trenes

que pasan y vuelven y de nuevo pasan, invitándonos

a vivir tantos mundos como soportar podamos.

De la mano de Kandinsky hemos sido gentes de lejanías,

de trazos finos y mensajes gruesos, hasta descubrir

el latido de tus nalgas y perder la esperanza en la luz

que surgía del redoble acompasado de miles de botas,

derrochando la voluntad de ser los mismos de siempre,

envalentonados por romos. Todo para dar un perfil fácil

y doméstico aprobando el reparto de los panes y los peces.

No temas, ni esperes mal ninguno, ni desmayes,

porque como el Padre me ha amado, así también os amo yo.

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