LA PÒIESIS DE HÖLDERLIN Y LOS BOLEROS DE MACHIN


Pedían soluciones y ofrecimos caminos,
abandonamos y muchos nos siguieron,
y un día descubrimos que detrás de cada mal uso
hay una beneficencia.
Lentamente nos desplazamos
de la vigilia al desencanto, sin casi mutilarnos,
tratando de borrar los largos espacios
temporales, anónimos casi siempre.
Volvimos al meandro pidiendo
maneras de reintegrarnos al universo,
a la nostalgia y al poniente
que enrojecía el pórtico de nuestras noches.
Descubrimos la prohibición, la complicidad,
la licencia, las perversiones, y en el riesgo,
nunca supimos si éramos
un eslabón necesario o un accidente,
tampoco qué llegaríamos a ser si al amanecer
solo fuésemos la suma de tantos.
Asumimos el riesgo de ser, a veces, ignorados,
pero siempre desestimados,
y fue que, rodeados por el rumor,
se dispersaron los conflictos y la memoria.
Construimos una residencia articulada
con el nombre común de cada cosa.
Desde entonces, lo sabes, te plagio 
y solo puedo escribir de nuestro encuentro. 

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