BALANCE PROVISIONAL.

Siempre supimos que sería difícil conocer más de nuestro mundo sin saber de sus raíces y pertenencias, pero somos diferentes, incluso cuando apenas hay tiempo entre una diferencia y la contraria. La sospecha de aquel mundo posible trastornaba nuestra quietud y sugería que generáramos el espectáculo que diese noticia, no de lo que éramos, que apenas lo sabíamos, de lo que queríamos ser. Y no pudimos. Nadie nos dio permiso para vivir a oscuras y deslizarnos sobre los recuerdos. Nunca se lo perdonaremos a nadie. Por eso abrimos la puerta a la hipocresía, a la apariencia, reforzamos y estilizamos la mentira abrazándonos a la corrupción y al vicio (para qué negarlo, nos pudo el morbo) y así encontrarnos. Y siguió abierto el reto. ¿Por qué no dejarse amar? Había que complicar y entrecruzar las vías de acceso al pensamiento y a la belleza, cambiar el contenido de ésta. Pero humanos a fin de cuentas, dimos espacio al remordimiento, a la culpa y a la penitencia, a las cosas realmente importantes de la vida (dicen) de las que nunca, pocos saben nada. La síntesis necesariamente era el claroscuro, el barroco, la simulación, la mirada oblicua, dispuesta  y resignada. Lo indignante no fue sobrevivir, fue dudar de nosotros y de los nuestros, temerosos de saltar sobre el vacío.

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