TRIANGULAR.
Casi
como si imprescindible fuera
la
exaltación del recogimiento,
junto
a la vuelta del aliento
que
promueve la lujuria cotidiana
y el
exceso de altibajos
que no
niegas, así tu gesto simula
y
ordena. Del retorno
de tus
días surge siempre la duda,
y tu
compostura tan natural
nos
hunde en el orden y la norma,
cerrando
suavemente la alegría
abierta
por los impulsos y los deseos
encubiertos
de tus pechos, cuando asoman.
Pero
los tres sabemos que nacen
borbotones
incontrolables a nuestro pesar,
quizás
para que sigamos con el anhelo
de
desearte cada noche y cada día,
mientras
tú nos susurras calma,
como
si la vida fuera inagotable
y
hubiese que ordenarla
sin
atender al desbordamiento
tumultuoso
que nos propone tu cuerpo.
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