TRIBUTARIOS DEL ANGEL AZUL.

 

Nosotros, tan bellos como fuimos, lentamente

nos desplazábamos de la vigilia al encanto

del sueño, sin apenas mutilarnos, borrando

lo que eran espacios impersonales, anónimos,

largos como continuos barrocos. Mantuvimos

la fascinante dialéctica en notas y cuerpos

que reducían la conquista de apóstrofes, hasta

quebrar las vírgenes veneradas que cubrían

sus vergüenzas con sus ojos y sus deseados

cuerpos. Todo un ritual de futuros. Desde

siempre, puntuales y serias llegaban cuando

las invocábamos y rebeldes se iban, danzando

como en un horizonte quebrado de cristales,

romos por la nostalgia y con el silencio roto.

Al anochecer exaustos volvíamos al meandro

buscando maneras de reintegrarnos al universo,

abrazados por la nostalgia, desnudos cabalgando

el rojo viento de poniente que las envolvía la piel

enrojeciendo todos los pórticos con calma y amor.

 

 


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