LA DIÁSPORA DEL SÉPTIMO DE CABALLERÍA.


"Vendrá la guerra,
tengo que irme.
No me olvides."


                                                                                             Arvo Turtiainen

Con el ritmo que marca el tiempo, perdida la sonrisa,
hemos crecido de la mano de la utopía y de la nada.
Si tropezamos con otros, fue de tanto mirarnos
y porque los días son, de vez en cuando, una ciénaga.
En algunas ocasiones, cuando la tentación arrastra,
cuando el futuro amanece confundido con el pasado
y no basta nombrar algo para que exista, digo
que, cuántas verdades pugnan por abrazarnos,
cuántos valores solo medio dormidos renacen,
Seguís muriendo y en interrumpida diáspora
dejáis huecos imposibles frente al otro y al verbo,
y marcháis como llegasteis, inesperadamente.
Qué relativo aparece el primer beso minúsculo,
cuántos provechos dormían en la sombra
del guerrero nacido de la cortesía del arado,
de la muchacha diosa que nos dejó descalzos,
y qué incruenta la batalla en los ángulos de su piel.
Renovación y muerte, sí, tribulaciones del vasallo
que nos necesita para saberse y olvidar lo justo,
que mira, impertinente, encaramado al estandarte.
Su grito, elemental, todavía nos identifica,
y su sangre derramada, para tantos, renace
partera como el agua, distante como la estrella.
Todos sabéis que el viento se origina en el aire,
que en el frontispicio de las patrias, cada muerte
recorta espacio y nos da la medida del vacío,
Por eso, desde siempre, despavoridos, buscamos
jarras donde, como racimos, alinear puñales,
y el galope sucesivo, reflejo del panal de la brisa,
tan impasible y frío como el amor eterno.
Y banderas, banderas de colores cambiantes,
de significados inaccesibles y final escarlata
tan cercano como impío, tan heroico como cruel.

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