TRADICIONES.

Quieren morir de viejos, como siempre se ha hecho,
muy arrugados y con orden. La mar no es más que agua
y el valle, tierra y piedra. Son  planos, como el desierto
mítico, enjutos como el esparto, ordenados como la muerte
y pretenden tener una larga vida. Cuando tienen que explicar
alguna maldad, de las que hacen diariamente, buscan
el pretexto del mal de poniente, cuando no de la herencia.
Es la ley eterna de Abraham y Job que nos obliga
en silencio a servir a la comunidad de la cual se sienten
más que amos, caciques. Nacen, se aparean y mueren
con su verdad, la de siempre, inmensa, inagotable, de la que
huimos desesperados. Y nos persiguen como fantasmas.
Nunca quisimos ser ellos, ni tampoco eludirlos, para no matarlos.

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