LABERINTO II (fragmento)

Abrimos nuevas esperanzas y ornamentos, galaxias tan viejas como incandescentes, amores que nos abocan al desamor y aún al desbarajuste (como si Kant no hubiese ajustado todo minuciosamente), pero sin rabia, natural como cicatrizan las heridas abiertas en el cuerpo, con ramitas de hierbabuena y salivilla sobrante de una felación virgen (como siempre) que, con las últimas campanas, triste nos anuncia una subterránea lágrima para demostrar que lo inmediato no es lo más cercano y nuestra rebeldía también es contra la condena de ser libres.

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