AL BORDE DEL PUNTO QUE CIERRA EL CÍRCULO.

“El hedonismo ha perdido su estilo triunfal:
de un clima progresista hemos pasado a una atmósfera de ansiedad”.
Gilles Lipovetsky


Nunca te lo dije, pero fueron mis primeros zapatos de piel,
mi primera luna y apenas sabía mantener una mirada lasciva.
Ahora, con el sol de cara y el horizonte en declive,
vuelven aquellos hermosos adolescentes que un día fuimos.
Hasta se diría que aún hay tiempo para el perdón.
Cierto que lo intentamos un día, pero amanecimos desnudos.
Nadie nos advirtió que ya entonces el universo se expandía
de la mano del tiempo, de las palabras que lo nombran.
Aquella primera vez, en la plaza, nos miramos cara a cara,
como buscándonos, perdida la mirada, la razón del canto.
Sí, eran tiempos de revueltas, de amores canallas, viejo amigo.
Dios se hizo inmenso para recordarnos nuestra pequeñez,
teníamos mucho que vivir y el tiempo se hizo eterno, inservible.
El amor inmenso, sin fronteras, sin perspectivas, anónimo,
sin un malecón, ni un recuerdo donde anclar la mirada.
Tuvimos que encontrarnos a tientas, ahogando los aplausos.
Noche y día solo eran escenarios para nuestros ojos,
lo demás, galaxias, esferas cóncavas, imágenes equívocas
perdidas en la plenitud de un país, páramo disperso
duro de querer, fácil de vivir y en desacuerdo con la muerte.
Ahora lo que me ocupa no eres tú, es lo que de ti me queda
.

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