LIVIANA ESTANCIA.
Pegados a todos ellos, en
ocasiones a escondidas,
se nos disipan por la
cotidianeidad, perdiendo jirones
de nuestra dilatada vida, mientras
que la memoria,
atenta siempre a nuestro
desordenado patrimonio,
intenta llenar el vacío con
nuevas caras extrañas.
¿O quizá solo quiere intentar
una delicada purga,
Para tener derecho a
habitarnos, huir de la mirada
autotélica, del eterno dócil
propósito de sobrevivir?.
¿Deberíamos confirmar la
moralidad para intentar
ser inmortales, Señor…? ¿A
qué tanta severidad?
¿Dónde estabas cuando caímos?
¿O fuiste tú quien
los empujó? Tal vez fuiste prisionero
repentino de
un malestar liviano, pero mortal.
Devuélvenoslos.¡¡¡
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