DE VUELTA DEL FUTURO.
En todas las ciudades vimos
al mismo dios indolente
y a parecidos discípulos
bailando sobre el asfalto,
como saciando el hambre de los
adolescentes, ciegos
de imágenes para poder sobrevivir.
Sin embargo
desde que el tiempo disolvió
aquellos escenarios
donde fuimos héroes y dioses,
brujas y monjas,
caballeros y doncellas,
buenos y malos, los neutros
han tomado el camino del mar,
ese blando e indefinido
mar del que somos afluentes y
en el que algunos,
muy pocos, bracean, buscando
la baranda del segundo
círculo. Se supone que en busca
del suicidio que,
ya sabes, no calma el ansia
pero nos rellena de orden
y programa, buscando ese
interminable, por eterno,
fluir del agua joven anónima
fresca y vacía de futuro.
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