RECUERDOS DEL SEFARDITA.

 Fuimos ascendiendo, cabeza y corazón en ristre, más aun,

nacimos del subsuelo de la rabia contenida que dormita siempre

en los cimientos del hambre y de la sed, y así muchos quedaron 

desvencijados, maltrechos y sin alientos en las orillas de los campos

de batalla o en los brazos del amor. Desnudos como nos vimos

entregamos la piel pero olvidamos atender adecuadamente los odios 

generados, ocultos en los acervos milenarios de la especie y despertaron

las ansias fieras y cándidas dormidas bajo la noche al calor del fuego

que engendramos cansados. Quisimos tras el esfuerzo de la victoria 

compartir los frutos conseguidos, el trofeo del amor sin comprender

que casi siempre una bandera, incluso por la que pudiste morir y algunos

lo consiguieron, sirve para cubrir tantas miserias y maledicencias

como las que ahora combates, fruto de la perversa solución que nos aplican 

los mamelucos, que la encubren con un cambio de rumbo. Pero ahora sabemos 

que pretenden un progrom incendiando nuestra aljama. Es en penumbra 

que te me apareces, igual que la luz que tanto  alumbra como ciega, 

que da sentido a mi entorno. Digo que eres necesaria como el bien

y el mal y huir de ti es para desearte desde la lejanía ¿Y cómo puedo

vivir enamorado sin conocer, si es que las tienes, donde están tus orillas?

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