EL JARDIN DE LAS DELICIAS.
Tuve que doblar las rodillas
y aclopado libar.
Tu abriste la lucha con largos
y ciegos suspiros,
yo terminé gimiendo de dolor
y placer, derrotado.
En el tránsito te gané
desnudo y en oración.
Ambos tuvimos el placer del
olimpo y su cuna,
luchamos, a nuestra manera,
contra el padre,
tratando de descubrir una nueva
verdad útil
que sobreviviese entre las
mentiras por placer.
Tuvimos comportamientos que
de tan inocentes
se nos presentaron como crueles,
casi divinos.
Por desmesurado huimos del
espacio común
refugiandonos en la palabra.
La mar era de plata
y de nuevo tu cuerpo se
regaló sobre mi pecho.
Sorprendidos los ángeles, nos
anotaron como
dos cuerpos hermosos,
confusos y enamorados.
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