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Mostrando entradas de septiembre, 2009

CORRE,CORRE, NIÑO DE ARENA

No recuerdo que acertado autor ha dicho que el poeta es un ser que conservó los ojos de niño. Es tan pura y exacta esta definición que su tono axiomático hace inútil cualquier discusión sobre ella. En verdad, hay tal correlación entre el poeta y el niño, que su expresión es dialécticamente idéntica. Los gestos y las palabras de los niños, las anécdotas de la infancia, tienen en si una virtud incomparable, y que sólo algunos elegidos saben cantar, hacer poesía de ese tránsito por la infancia y de algunas de sus dramáticas situaciones, generalmente procedentes del mundo de los adultos en el que les ha tocado vivir, sin elección posible. En 1936 Vicente Aleixandre escribió una dramática oda a los niños muertos por la metralla de la aviación fascista en Madrid: “Pequeños corazones, pechos difuntos, caritas destrozadas. No los miréis; oídlos. Por la ciudad un río de dolor grita y convoca.” En 1939, desde la cárcel franquista, Miguel Hernández escribe para su hijo “Nanas de la cebolla” perte